martes, febrero 05, 2008

Violencia y Fútbol

Escribir sobre las causas de la violencia en el fútbol es tratar de abarcar uno de esos temas tan extensos en los que es fácil perderse y, además, en lo que todo el mundo tiene una opinión más o menos formada, pero desde luego autorizada, dada la cantidad de personas que son aficionadas al fútbol y que asisten a los partidos.

Éste es el primer elemento que considero de relevancia. El número de personas que en un año se expone a la posibilidad de violencia en el fútbol es tan grande que produce una tolerancia mayor dentro de la sociedad. Hay comportamiento que vemos normales, toleramos y compartimos no porque fríamente consideremos que son correctos.

Se ha dicho que la sociedad es violenta y que en el fútbol se muestra la violencia que normalmente la sociedad tiene escondida. Es algo sí como una válvula de escape social para que la caldera no estalle. No sé si esta hipótesis es verdadera, pero al menos habría que reconocer que no es la única válvula, ya que la violencia tiene otras manifestaciones en nuestras sociedades.

Podemos explorar los ámbitos en los que se dan la violencia y veremos que normalmente tienen el terreno abonado por las grandes concentraciones de personas, por la impersonalización que produce y por la dificultad que tienen las fuerzas del orden pueden verse o desbordadas o forzadas a actuar sin discriminar al violento del que no lo es. La masa da impunidad.

Los violentos en el fútbol actúan en grupos que, sin necesidad del fútbol, son por sí mismos no son seguidores de los comportamiento más ejemplares. Encuentran en el fútbol un elemento masivo para comportarse como desean. Es cierto que en el fútbol no sólo se ha gusta unido “el hambre con las ganas de comer” sino que han surgido personajes que han intensificado estos sentimientos, proporcionándole apoyos de todo tipo a los grupos “ultras”, con la excusa de que ellos eran los que hacen que el resto del público anime al equipo.

Hay quienes dicen que la violencia en el fútbol sirve para desahogo de los ciudadanos por las cuitas de su vida diaria. Lo que no se pueden decir a su jefe y a su suegra se le dicen al árbitro, a los jugadores adversarios o a los propios. Puede que tenga algo de verdad, pero mi propia tolerancia hacia estos comportamientos en el fútbol hace que no considere que la existencia de una continuidad entre los gritos e insultos y otras formas más netas y físicas, de verdadera violencia. Estos comportamientos están ritualizados y se agotan en su propia ejecución y al ser tradicional, es un comportamiento aprendido.

Es cierto que al fútbol se llevan otras rivalidades. Antes podían ser sociales, pero ahora son de carácter político-regionales-provinciales. Hay encuentros de alto riesgo definidos exclusivamente por la geografía, pero la causa está fue del fútbol y no en el fútbol.

Cuestión aparte merecen los medios de comunicación. Se suele decir que los medios son la resonancia de los hechos sociales, pero en el caso del fútbol los medios han pasado a ser amplificadores e incluso a causante de las informaciones.

Es evidente que lo que digo encaja en el fútbol profesional y necesitaría algunas correcciones para el caso del fútbol de las categorías inferiores y del fútbol base. Tampoco pretendo dar ni la primera palabra ni la última, y menos presentar nada novedoso; tan sólo manifiestos algunas reflexiones.

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