sábado, febrero 16, 2008

Kosovo. Independencia vacía de contenido

Será hoy, mañana o en un día de estos, pero Kosovo va a proclamar su independencia de la República de Serbia. La independencia de Kosovo es apoyada por los Estados Unidos, Reino Unido y Francia, y rechazada por Rusia y China. Otros países de la Unión Europea mantienen una actitud escéptica y piensan que la independencia de Kosovo es ante todo poco política y problemática (ésta es la posición de, entre otros, el gobierno español).

Olaf B. Rader, en su magnífico libro Tumba y poder. El culto político a los muertos desde Alejandro Magno a Lenin (Ciruela, 2006), explica magistralmente como los serbios construyeron en los años noventa la leyenda de que Kosovo era la cuna de los serbios pues era el lugar de muerte del príncipe Lazar, tras ser derrotado por el Imperio Otomano, obviando que Kosovo era un territorio bajo el poder turco y no bajo el serbio, e ignorando que los mismos nobles supervivientes a la batalla a lo largo de los años estuvieron al servicio del Sultán. Que una leyenda no sea histórica no tiene nada que ser ni con su existencia, ni con sus consecuencias en la realidad fáctica.

Muchos países acogieron con entusiasmo las primeras proclamaciones de independencia. Alemania incluso rompió el consenso comunitario y se precipitó a reconocer estos nuevos estados, lo cual provocó una cadena de reconocimientos. Luego vino una guerra corta en estos países. Bosnia-Herzegovina proclamó su independencia, también reconocida, y comenzó lo que fue una guerra civil acompañada de genocidios. Comenzó la generalizarse la idea de que el reconocimiento fue un incentivo que precipitó que el “Polvorín de los Balcanes” estallase. La independencia de Macedonia y la crisis de Kosovo fueron los últimos episodios.

Miles de soldados de los países occidentales se encuentran en la antigua Yugoslavia. Se tuvo que cambiar la doctrina de actuación de la OTAN y dejar el modelo de los “cascos azules” a favor del modelo de “fuerzas de pacificación y estabilización” para garantizar cierto orden externo en Bosnia, Kosovo y Macedonia. Occidente ha gastado miles de millones de euros en mantener sus fuerzas por un periodo que parece no tener fin.

Huyo de planteamientos de carácter emocional a la hora plantear la creación de un nuevo estado. Prefiero las consideraciones de orden práctico a las relacionadas con lo emotivo y con los sentimientos de pertenencia. Sobre este tipo de criterios creo que Kosovo no debería proclamar su independencia y que si lo hace está confundiendo la independencia en sentido formal con la independencia en sentido material.

Ni las instituciones de Kosovo, ni su sociedad, ni su economía están preparadas para la independencia. Ellos han pensado que ser independiente es no tener vínculos con Serbia, pero esto es sólo la independencia formal. Incluso la independencia formal y la propia indemnidad de Kosovo no está en manos de los kosovares, sino de fuerzas militares internacionales. Tan poco capacitado está Kosovo para la independencia que no está ni en condiciones de tener tropas regulares para defender sus fronteras, que es lo menos que se le a un Estado independiente. Me muestro completamente de acuerdo con José Bono en el sentido de que España no debe enviar a su ejército a proteger Kosovo, ya que este asunto les corresponde a los kosovares.

No es que en Kosovo falten cosas, sino que se han acostumbrado a que otros países hagan lo que a ellos les corresponde. La seguridad está en manos de fuerzas policiales internacionales, pero éstas sólo pueden mantener unos niveles externos, ya que como policías extranjeros que son están separados de la sociedad en la que operan y en la que no tienen penetración, porque no dejan de ser extranjeros que quieren detener a kosovares. Al amparo de esta situación las mafias de todo tipo han encontrado en este país un territorio sin ley, refugiándose en la dialéctica del “nosotros-los otros” para que buena parte de la población los proteja de los extranjeros e incluso los vea como sus benefactores, protectores y patrones.

La financiación de las instituciones kosovares depende básicamente de las aportaciones de países extranjeros, de forma que no han tenido que molestarse con establecer una Administración de Hacienda y tener que convencer u obligar a sus ciudadanos a pagar tributos para mantener sus instituciones y servicios públicos. Es muy cómodo presentarse como el gobierno de un Estado que colme las aspiraciones identitarias de la población, pero eso sí, a precio de saldo, no porque cueste poco, sino porque son otros los que pagan y hasta ponen los recursos humanos.

Los que dicen que la proclamación unilateral de la independencia por parte del gobierno kosovar es contraria al Derecho Internacional, y que el reconocimiento del nuevo Estado también lo sería, poco saben de Historia, menos aún de relaciones internacionales y nada de Derecho Internacional. Serbia es, en Kosovo, un “estado fallido”, porque no mantiene el control sobre el territorio, la población y el gobierno.

La institución jurídico-internacional del “reconocimiento de estados” es declarativa y no constitutiva, es decir, que un Estado puede existir y no ser reconocido como tal por la mayoría de la comunidad internacional. El reconocimiento, en el fondo es darle forma jurídica a un hecho, nada más, por más que la Comunidad Europea (ahora Unión Europea) estableciese en 1991 una serie de líneas directrices para el reconocimiento de nuevos estados (sin valor jurídico, en mi opinión) y por más que dijeran que “La Comunidad y sus Estados […] tendrán en cuenta los efectos del reconocimiento sobre los Estados vecinos”.

Un Estado tiene que reunir una serie de características para ser tal: un territorio, una población y un gobierno sobre la población y el territorio. A Kosovo le falta el control. Los dirigentes kosovares quieren proclamar la independencia para convertirse ipso facto en lo que ya son, un protectorado.

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