miércoles, febrero 27, 2008

Personas de orden

Una categoría que oigo utilizar con cierta frecuencia es la de ser una “persona de orden”. Como todas las categorías intuitivas es fácil saber a qué se refiere, pero su definición tiene obstáculos. Hagamos un intento.

Una “persona de orden” es aquélla que está totalmente de acuerdo, al menos explícitamente, con el orden conservador, que no es necesariamente el orden establecido. Esto es así porque el orden conservador se basa en la idea de que la verdadera esencia de las cosas corresponde a un tiempo anterior.

La innovación en esas esencias no es necesaria e incluso es nociva. Nosotros sólo hemos de mantener actuales estas esencias. El paso del tiempo hace impracticable mantener el pasadote forma incólume, por lo que se pasa a la añoranza y a intentar salvar los elementos más beneficiosos de lo pasado.

Las “personas de orden” consideran que todo tiene, y el nombre no es vano, un orden. Ese orden es jerárquico, sin movilidad o movilidad simbólica, y, claro, ellos siempre deben estar en las posiciones superiores de ese orden jerárquico.

Las “personas de orden” se sienten seguras cuando el poder está de su lado, pero se convierten en seres casi paranoicos cuando consideran que el poder no garantiza su orden, ya que consideran ilegítimo e inmoral cualquier orden que no sea el suyo.

Las “personas de orden” están tan convencidas de que su orden es el único verdadero y bueno. Precisamente, por esta consideración, sostienen que los otros órdenes posibles no sólo son falsos, sino que son consecuencia de alguna patología, ya que una mente ordenada únicamente podría aceptar su orden. Si se cree, se piensa o se mantiene otro orden no es por error en el conocimiento, pues el orden es evidente, sino porque hay una tara mental.

Para las “personas de orden” su orden es lo normal, o debería serlo, lo que se sale de ese orden es anormal o raro. Tienen una fuerte tendencia a confundir la realidad y el deseo. Siempre piensan que la mayoría como ello o tiene su misma escala de valores. Si la realidad les desmiente reducen el espectro de la realidad y sólo pasan a ser considerados como reales lo que sí coinciden, los otros son subproductos de la realidad.

La única flexibilidad que admiten es la referente a ellos mismos o su círculo: la consabida doble moral que en este caso llega ser una doble ontología. Son pocos los casos en los que la cercanía existencial del hecho no altera lo que antes se considera normal, aunque ello no implica a ningún replanteamiento, sino que pasado el hecho se vuelve a la situación anterior.

John Rawls no hubiera pensado formular su célebre “velo de ignorancia” si hubiese tratado con “personas de orden” tan habitualmente como lo he hecho yo. Como yo indiqué anteriormente el orden de estas personas es un orden jerárquico y realmente interesante como se reconoce la propia inferioridad dentro la jerarquía.

Las “personas de orden” siempre consideran que hay gente por debajo, despreciando cualquier criterio cualitativo a la hora de establecer grupos y estratificación para asumir únicamente los cualitativos del propio orden. De hecho admitir la inferioridad es una forma de incorporar un elenco de criterios que les permita a esos “inferiores” considerarse superiores a otros.

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