miércoles, febrero 13, 2008

Libros sobre espionaje

Después de leerme libros espesos a la hora de dormir, decidí para que ese momento lo mejor eran libros más ligeros. Me orienté hacia los libros sobre espionaje, no las novelas, sino los que de tarde en tarde escriben espías enfadados, hartos o intrépidos periodistas.

Ya llevo cuatro libros leídos de esta temática. No es que me haya convertido en un especialista en este curioso género, pero mi tendencia a la teorización me impele a escribir sobre algunos de los patrones que llevo encontrado. Evidentemente son generalizaciones a partir de cuatro libros.

Lo primero que tengo que decir es que son libros entretenidos y que desde luego no se pueden utilizar como somníferos no farmacéuticos. Si no tienes demasiado sueño, te despiertan, te lees más de cien páginas de un golpe y acabas dándote cuenta de que vas a poder dormir muy poco.

La mayoría de los autores encubren cosas a pesar de que pretenden revelar algunos secretos. Los datos son de naturaleza icorroborable, de forma que te los crees o no te los crees, pero cabe una posición intermedia, aceptarlos como una narración de ficción con cierto fundamento en la realidad.

Una que se lee como realidad ficcionada, sí le exigiría a los autores y a los editores cierta coherencia interna, es decir, que no hubiera contradicciones. Algunas son de bulto, como andar buscando la manera de pasar de África a Europa, para comentar acto seguido unas vacaciones en Centroeuropa, para luego volver a la búsqueda de ese pase europeo. A veces sientes que por ocultar, el autor y los editores piensan que los lectores somos unos ignorantes si nos intentan convencer de que desde Split (Croacia) a Frankfurt (Alemania) hay media hora de vuelo en un avión Hércules, y que desde Frankfurt a Sarajevo hay sólo diez minutos en el mismo aparato.
Los libros, no las novelas, de espías tienen su momento sindical. Es normal la queja por el sueldo, las relaciones con los superiores, el poco aprecio por el trabajo de información que tienen los dirigentes políticos y como hay puñaladas entre los compañeros.

Lo que es común en los cuatro libros que he leído es la tendencia a desmitificar el trabajo de espía y decir que la imagen de James Bond poco tiene que ver con ellos. Describen las precariedades de recursos en sus servicios de inteligencia, las limitaciones presupuestarias, los edificios vetustos y el mobiliario de tercera categoría. Reconocen innovaciones tecnológicas, pero vienen a decir que la utilidad se la dan ellos con su esfuerzo e ingenio. Generalmente recelan de la tecnología, para defender la función humana y sus puestos de trabajo.

Es sorprendente la tremenda burocracia que se refleja en los libros de espías que llevo. Hay muchos más administradores y trabajo de oficina e interpretación, que trabajo de campo. La proliferación de órganos, lleva a la inundación de letras y números para designar cada no ya cada organismo de cierta importancia, sino cada negociado, oficina y casi cada puesto. Si quieres llevar el hilo con todas las siglas, que las tienes que estudiar; yo recomiendo conocer sólo las que más se repiten.

Tanta burocracia produce una cantidad prácticamente inabarcable de documentos. La sensación que voy albergando es que el mundo es una inmensa biblioteca, de las que Borges imaginaba y describía, pero toda ella compuesta de documentos que son escritos para no ser leídos.

Reitero lo dicho. Si se toma como realidad ficcionada o como ficción con trazos de realidad, la lectura de estos libros es grata y sirve para evadirse un poco antes de intentar que Morfeo no nos olvide ni nos maldiga.

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