lunes, julio 09, 2007

Los frioleros se han hecho ecologistas

El Consejo de Ministros ha decidido que la temperatura máxima en los edificios dependientes de la Administración General del Estado debe ser veinticuatro grados, por lo que todas las instalaciones de aire acondicionado deberán ser reajustadas para no descender de esta temperatura. Esta decisión política pretende rebajar el gastos energético que supone tener los aires acondicionados a una temperatura menor.

Desde hace mucho tiempo, desde la generalización de los aires acondicionados, padecemos la lucha social entre los que pedimos una temperatura baja durante el verano y el invierno (los calurosos) y los que siempre buscan las temperaturas más altas (los frioleros).

Lo que sucede es que los frioleros suelen ganar la batalla al aire acondicionado alegando todo tipo de males, como tenerse que llevar ropa para no pasar frío, y hasta enfermedades, a las que ya ha ayudado todo un arsenal de literatura en revistas poco científicas. Junto a ello, los frioleros son de una sensibilidad extrema, de forma que, por mucho calor que haga, siempre se descompondrán ante una corriente ocasional.

Ya llegará el invierno y esos mismos que ahora se han apuntado a la defensa de la naturaleza, pondrán las calefacciones a máxima potencia sin tener en cuenta la cantidad de residuos fósiles que se arrojan a la atmósfera.

Desde hace mucho tiempo tengo la sensación de que esta batalla cotidiana siempre se decide a favor de los frioleros, porque utilizan argumentos sobre integridad física y salud. Creo que los calurosos deberíamos emplear también estos argumentos, diciendo que el calor afecta a funciones básicas de nuestro cuerpo (como el ritmo cardiaco), que podemos sufrir golpes de calor o que con tanto calor en el centro de trabajo el ambiente se enrarece y las condiciones de trabajo son peores, disminuyendo el rendimiento.

Los calurosos debemos rebelarnos, porque el frío se puede combatir con ropa, mientras que llega un momento que nada puedes hacer con el calor, cuando uno se ha quitado toda la ropa. En todo caso, tenemos derecho a no morirnos de calor, porque otros nacieron con un termostato estropeado.

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