martes, noviembre 07, 2006

Una persona de orden

Una categoría que oigo a menudo es la de “persona de orden”. Como todas las categorías intuitivas es fácil saber a qué se está haciendo referencia pero su definición tiene obstáculos. Hagamos un intento. Una “persona de orden” es aquélla que está totalmente de acuerdo, al menos explícitamente, con el orden conservador, que no es necesariamente el orden establecido.

El orden conservador tiene por característica fundamental la consideración de que la verdadera esencia de las cosas corresponde a un tiempo anterior y que la innovación en esas esencias no es necesaria, sencillamente hay que mantenerlas actuales. Evidentemente hay que mantener determinados elementos anteriores, lo que a cada persona de orden le resulta beneficioso. Su consideración sobre el orden es que todo orden tiene que ser necesariamente jerárquico, sin movilidad o movilidad simbólica, y, claro, ellos siempre deben estar en las posiciones superiores de ese orden jerárquico.

Toda ideología de la estabilidad tiende a mantenerse oculta. Sólo se manifiesta cuando es puesta en cuestión y ello hace que una “persona de orden” llegue a una angustia mezclada de desesperación. Las “personas de orden” se sienten seguras cuando el poder está de su lado, pero se convierten en seres realmente peligrosos cuando consideran que el poder no garantiza su orden, ya que consideran ilegítimo e inmoral cualquier orden que no sea el suyo.

Las “personas de orden” están tan convencidas de que su orden es el único verdadero, de tal forma que caen en todos los elementos constitutivos de la apariencia. Precisamente por esta consideración de que sólo su orden es el único verdadero, sostienen que los otros órdenes posibles no sólo son falsos, sino que son consecuencia de alguna patología, ya que una mente perfectamente ordenada, según su pensamiento, únicamente puede aceptar su orden, por lo que si se crea, se piensa o se mantiene otro orden no es por error en el conocimiento, pues el orden es evidente, sino porque hay una tara del cognoscente.

Las “personas de orden” piden contundencia contra todas las infracciones: cuanto menores son éstas, mayor castigo exigen. Pero son muy generosos respecto a sus propias faltas e incluso las justifican como exigen la punición para los demás, generalmente los que consideran que están o deben estar en estratos inferiores de la jerarquía.

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