jueves, noviembre 16, 2006

El silencio del filósofo

No soy la persona más adecuada para hablar del silencio del filósofo, ya que ni tengo la petulancia suficiente para denominarme filósofo, ni puedo decir que estoy silencioso ya que castigo al que visita mi blog con todo tipo de ocurrencias. La primera vez que escuché la expresión “silencio del filósofo” lo hice en una conferencia de Diego Gracia sobre Xavier Zubiri. La empleó para definir el lapso temporal que transcurre entre la publicación de Sobre la esencia y la trilogía sobre el conocimiento, casi veinte años. El silencio del filósofo sería ese periodo, por necesidad largo, en el que el pensador se ahoga dentro de toda la historia del pensamiento y de la ciencia, hasta hacerse una con ella, de forma que las reflexiones surgen al ver las limitaciones de las respuestas a las preguntas fundamentales de la Filosofía.

El silencio no quiere decir que el filósofo no escriba (de hecho Xavier Zubiri escribió miles de páginas durante estos años), sino en que no da a conocer al público sus pasos y sus nuevas averiguaciones, porque no se encuentra totalmente convencido de ellas y está adquiriendo la madurez suficiente para conocer lo poco que conoce. El silencio, cuantitativamente, es un periodo de una extensión variable dentro de cierta prolongación y que podemos reconocer en casi todos los grandes pensadores. Muchas veces el silencio sigue a la primera publicación, con la que el pensador piensa dar la vuelta al pensamiento y que lo único que logra es dar la vuelta a la idea que el aspirante a pensador tiene de sí mismo. Otras veces es una terrible cesura durante el periodo de madurez, consistente en un replanteamiento radical de las respuestas que se tenían hasta entonces como válidas. Sea como sea, el silencio es la tierra en la que crece la Filosofía y puede que ésta sea la labor más costosa en lo personal que la Filosofía exige a sus cultivadores.

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