sábado, noviembre 18, 2006

Sobre el celibato

El diario “El País” ha dado una noticia que para mí es sorprendente y no sé si responde a la realidad: Benedicto XVI ha convocado una cumbre en el Vaticano para examinar el celibato sacerdotal y las alternativas que se plantean. La redacción de la noticia invita a pensar que el Papa se está planteando el derribo controlado del celibato sacerdotal estudiando la readmisión en el ejercicio del sacerdocio a quiénes lo dejaron para poder casarse o habiéndolo dejado contrajeron posteriormente matrimonio. Soy escéptico sobre este tema, pero si hay una ocasión para modificar el celibato sacerdotal es éste, con un Papa con preparación intelectual y de cuño marcadamente conservador, ya que comenzará por la vía de excepción para hacer de ésta la normal. La noticia ha cambiado y ahora, como era de esperar, la Curia Romana ha señalado la necesidad de “una sólida formación humana y cristiana” para los seminaristas ante el análisis de los casos presentados de solicitud de reducción al estado laical.

Puede que esta sea una buena ocasión para pensar sobre el celibato de los sacerdotes. Creo que en primer lugar he de empezar aclarando dos extremos, uno terminológico y otro que es claro pero que se olvida con demasiada frecuencia. La aclaración terminológica hace referencia al término celibato, que significa soltería, es decir el estado que se le exige a los sacerdotes católicos del rito latino es el soltería.

Lo que se olvida es que todos los que han optado por ejercer el sacerdocio dentro del rito latino de la Iglesia Católica sabían que esto era así y lo han aceptado cuando pidieron ingresar en un centro de formación sacerdotal y pidieron ser sacerdotes como miembros de alguno de los institutos de vida consagrada existentes. Nadie puede quejarse de que no fue advertido de que era necesario ser célibe para poder ser ordenado sacerdote.

El asunto es si el sacerdocio en el rito latino debe o no debe seguir condicionado al celibato. Como todos deberíamos saber el sacerdocio no es una característica esencial del sacerdocio, ya que en la mayoría de los ritos católicos orientales el hecho de estar cansado no es un impedimento para poder ser ordenado. Se arguyen razones de carácter espiritual y de carácter pragmático para mantener el celibato obligatorio.

Las razones de carácter espiritual residen en la consideración de que el sacerdote actúa in persona Christi en la celebración de los sacramentos en los que él es el ministro (especialmente en la Eucaristía); al situarse en el lugar de Cristo es mejor símbolo alguien que sea célibe como él lo fue. La Historia relativiza este argumento porque sabemos por los textos sagrados que buena parte de los apóstoles estuvieron casados y ellos sí fueron elegidos personalmente por Cristo, quién no vio en su matrimonio ningún obstáculo insalvable para su seguimiento y la proclamación del Evangelio. Hay razones teológicas fuertes contra el celibato, pero lo dejaremos pero ocasión más propicia.

Las razones pragmáticas son más o menos confesables. Las razones confesables se pueden concentrar en una sola proposición: el sacerdote célibe puede dedicarle todo el tiempo a su ministerio y sin tenerse que dividir entre el ministerio y la atención a la familia. Lo de la atención a la familia es un eufemismo para no hablar de la necesidad de cobrar un sueldo decente como sacerdote para no tener que trabajar como seglar porque un sueldo de sacerdote por sí mismo (sin complementos) no da para mantener una familia y que la Iglesia tendría que buscar recursos para ellos y sus familias si quieren que tengan una dedicación exclusiva.

El otro argumento pragmático es más sibilino y de raigambre psicológica. Un célibe tiende a encerrarse en un marco de relación de iguales, por lo que la mayoría de los amigos de un sacerdote son sacerdotes, de forma que sus referencias en la amistad y en donde reposar en los momentos duros son eclesiales. Todo lo demás es soledad y desamparo. Si el sacerdote tuviera su propia familia tendría un marco afectivo no necesariamente eclesial, lo cual le otorgaría una independencia e higiene psicológica poco conveniente.

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