sábado, noviembre 11, 2006

Reflexiones sobre el sistema político y social de los Estados Unidos

El día siguiente a que los demócratas norteamericanos se hicieran con el control, al menos numérico, de las dos cámaras del Congreso de los Estados Unidos, los medios de comunicación españoles han señalado las debilidades que este control tiene, pues la concepción de “partido político” no es la misma en Europa que en los Estados Unidos. Allí, aunque cuenten con el apoyo económico del partido, los congresistas y senadores son los que recaudan la base sustancial de sus fondos de campaña, así como son los que le proponen su programa a los electores de su distrito o estado. Además, en el caso del Partido Demócrata hay que tener en cuenta que en los estados del sur del país tienen una fuerte base de voto blanco, tradicionalmente demócrata, conservador para la evolución social pero consciente de los problemas sociales.

Las tendencias admisibles dentro de los dos grandes partidos son tan grandes que en muchas ocasiones por su discurso no se puede diferenciar a qué organización política pertenece determinado miembros del Congreso. El sistema político norteamericano tiene la ventaja para el político que no tiene que violentar su conciencia por pertenecer a uno u a otro partido, que no está sometido a una estricta disciplina de voto.

Los aspectos negativos del sistema afectan al miembro del Congreso como para el Ejecutivo. Los congresistas tienen que recaudar ingentes cantidades de dinero para poder financiar sus costosas campañas electorales y así tener la oportunidad de ser reelegidos, lo cual es acuciante en los que pertenecen a la “Cámara de Representantes” que son renovados bianualmente. En lo tocante al Ejecutivo la articulación de políticas globales es una constante negociación con los congresistas de los dos partidos, que en muchas ocasiones o descafeínan o reciben contraprestaciones locales (lo que en España se llama “enmiendas de campanario”) que hacen muy difícil llevar a cabo políticas de transformación social. Esto último no es un problema en los Estados Unidos, ya que como país liberal que es, la sociedad tiene que ir por delante del Estado y no ser el Estado el que provoque cambios que la sociedad no quiera o haya realizado ella misma por sus propios medios.

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