miércoles, marzo 12, 2008

Un día como apoderado

No soy nada dado a hablar sobre mí mismo, pero hoy haré una pequeña excepción. El domingo, el día de las Elecciones Generales, lo pasé como apoderado del PSOE en pequeño colegio electoral compuesto sólo de dos mesas, con novecientos votantes en el censo.

Por el PSOE íbamos dos interventores y yo como apoderado. Además de los seis miembros de la mesa, estaban dos apoderados y cuatro interventores del PP, así como una apoderada de la UPyD que venía e iba de vez en cuando.

Una vez que se constituyó la mesa y comenzó la votación, la rutina de once horas inició su curso. La afluencia continua de votantes es lo más entretenido y lo peor son las horas del mediodía.

Matamos el tiempo con conversaciones de todo tipo, recorriendo los tópicos nacionales e intentando no tocar la política, hasta que uno de los interventores del PP se le ocurrió sacar el tema de la limitación de mandatos y que en democracias más consolidadas como el Reino Unido esto no pasaba.

Amablemente le indiqué que sí pasaba y que Tony Blair había sido Primer Ministro durante diez años y Margaret Thatcher lo fue once. Me sigue pareciendo curioso eso de las democracias más consolidadas y el desconocimiento, a diestro y sinistro, de la estructura política de muchos países.

Una jornada electoral hace cierto el refrán que dice que “el roce hace el cariño”. Hablamos, comentamos cosas y anécdotas de otras elecciones a las que hemos ido. Tengo que decir que los vocales y presidentes de las mesas eran de lo más diligentes y eso ayuda mucho, sobre todo cuando aparecen personas que se hacen un lío. Todos decíamos automáticamente: “Ahora la presidenta de la mesa le ayudará en lo que quiera”.

El escrutinio del Congreso fue rápido. Las llamadas telefónicas avisándonos de las primeras encuestas o datos de las primeras papeletas del escrutinio iban aclarando el panorama. Los socialistas dejamos los nervios (que los teníamos) y los populares llenaron el rostro de resignación.

El recuento del Senado fue tan odioso como siempre. Rellenadas las actas de sesión y de escrutinio nos despedimos. Los populares nos felicitaron a los socialistas y cada cual se fue a su sede. Me acosté tarde comentando la jornada y la victoria con los compañeros y el lunes, con poquísimas horas de sueño pero muy contento, me fui a trabajar. No paré todo el día de decir: “buenos días y buena suerte”.

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