lunes, marzo 10, 2008

Rajoy es un perdedor

Mariano Rajoy ha perdido las elecciones por segunda vez. Si algo ha demostrado es tener una capacidad absolutamente digna de mención para hacer continuamente con el oficioso título de “líder de la oposición”.

No me cabe duda que sacarse una plaza de registrador de la propiedad tiene su mérito, pero sólo es eso, una plaza de registrador. Sólo eso. Mucho más mérito tiene ganar dos elecciones generales, ya que pocos han sido capaces de hacerlo en los últimos treinta años.

Dicen sus panegiristas que Rajoy tiene grandes virtudes. Virtudes que son invisibles a la mayoría de los españoles. Rajoy nunca ha ganado unas elecciones como cabeza de lista, siempre ha formado parte de gobiernos autonómicos y nacionales en los que otros eran los cabezas de lista (como Javier Arenas que ya lleva tres derrotas). No tuvo que disputarse con nadie el liderazgo del PP, porque le fue conferido al más puro estilo mexicano.

Su labor de oposición ha sido manifestación de que no dejaba de ser una de muñequito en manos de los sectores más retrógrados del PP y de la sociedad española. Le decían lo que había de declarar, cómo orientar sus discursos en la Cortes o a quién meter en las listas electorales. Ha complacido a los que le han llevado al desastre y que ahora ya no tienen la mínima paciencia para echarlo de su despacho y mandarlo a ejercer la lucrativa actividad de inscribir escrituras de compra-venta.

Rajoy ha demostrado que es un político incapaz. No sirve como candidato, que es la piedra de toque en una Democracia. Me uno al deseo de Luis Solana de que al frente del PP continúen Rajoy, Zaplana, Acebes o Martínez-Pujalte, garantizando de esta manera las victorias socialistas sin límites, que es lo mejor para España.

Si a la derrota le añadimos que es la segunda a manos de Zapatero, una persona a la que Rajoy siempre ha considerado que estaba muy por debajo de él, que vive en otro mundo, que es vaporoso (e incluso poco socialista), que no tiene los méritos necesarios para ser Presidente del Gobierno, el dolor necesitará de una sedación terminal. Es una pena que Aguirre persiga a los médicos que son capaces de conseguir morir sin dolor, aunque éste sólo sea político.

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