viernes, marzo 14, 2008

Gallardón se queda. Jugando a las estrategias

Alberto Ruiz Gallardón ha perdido buena parte de la credibilidad que le había sostenido como político. La buena fama social venía del hecho de no intentar que comulgásemos con ruedas de molino, moderando el discurso del PP e intentando no agredir a nadie.

La credibilidad es uno de los mejores tesoros que un político puede tener. Es una percepción social que es muy costosa construir y muy fácil deshacer. Puedes haber cumplido todos tus compromisos electorales, pero si dices que te vas y no lo haces el pasado ya no cuenta.

La credibilidad se refiere a la persona. Si se falla en una cuestión personal poco o nada lo podrá reparar. La estrategia de Ruiz Gallardón ha fallado. Veamos algunas de las posibilidades que tenía.

La ambición de Gallardón por hacerse con la dirección del PP y así optar a la Presidencia del Gobierno es conocida por todos. ¿A qué juega ahora?

Gallardón quiere seguir dentro de la vida política activa y teniendo presencia en el PP. La política tiene una memoria frágil y cuatro años son muchos para mantener capital político suficiente como para seguir siendo un candidato con opciones.

El hecho que “El Mundo” y la COPE hayan pedido a Rajoy que se vaya, que éste se quede y puede tener la impresión de pasar de estos dos medios que le han manejado, lleva a pensar que el desprecio de estos medios por Gallardón se puede transformar en algo positivo.

Si Rajoy realmente llega a las Elecciones de 2012, Gallardón llevará demasiado tiempo como candidato a candidato. Es probable que su permanencia se deba a esperar que haya movida antes de junio y ser reclamado como hombre de paz si hay un enfrentamiento entre un desconocido agresivo y un Rajoy fracasado.

El “centrismo” de Gallardón no va a tener relevancia en la nueva legislatura. Los grandes debates entre derecha e izquierda serán enterrados y nos esperan cuatro años de pura gestión. La discusión sobre si la reforma de una serie de artículo de la Ley de Sociedades Anónimas es buena o no, sobre las leyes procesales o la aplicación del Estatuto del Empleado Público son importantes pero dan poco juego a la hora del lucimiento político y de marcar las diferencias.

Gallardón se equivocó al decir que se iba, al exteriorizar su enfado y al quedarse ahora. No soy muy bueno para vaticinar nada, pero puede que empecemos a ver a un zombie político.

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