sábado, enero 12, 2008

La nula formación intelectual de los maestros

Todos estaremos de acuerdo en que si todas las etapas de la educación tienen una importancia intrínseca, las primeras etapas son fundamentales, ya que constituyen los cimientos del resto del proceso educativo. La Educación Primaria en España es la etapa que menos se aprecia, que menos se debate y que menos atención se presta, cuando realmente es en la Educación Primaria donde los alumnos echan las primeras cartas de lo que va a ser su vida, cartas que pueden ser determinantes.

La Educación Primaria en España está en manos de unos docentes a los que se les conoce con el nombre de “maestros”. Las jerarquías educativas debaten mucho sobre la formación de los profesores de Secundaria, dado que han cometido el gran horror de especializarse en materias científicas. Los malos, los profesores de Secundaria, han cometido el pecado de saber de lo que van a dar clases y se les hace casi responsables penales de no haber abierto un solo libro de Pedagogía, la disciplina pseudocientífica por excelencia.

Para purgar su pecado original se les hacía padecer un lacerante curso llamado CAP. Ahora ya han decidido que hay que destrozar las titulaciones universitarias para llenarlas de ponzoñozas asignaturas pedagógicas, vacías de contenido pero con una terminología enrevesada que oculte su inherente insustancialidad.

¿Quién habla críticamente de la formación de los maestros? Poca gente, con algunos matemáticos y profesores de Filosofía valientes a la cabeza, pues la mayoría de los programas y planes de estudios reflejan ese “regressum in infinitum” de que hay que enseñar a enseñar y lo principal no es que el docente sepa de lo que hable, sino que sepa transmitirlo a los alumnos (como si se pudiera transmitir algo que no se sabe).

Los estudiantes de Magisterio tienen pocas asignaturas de Lengua, Literatura y Matemáticas, Ciencias de la Naturaleza o Ciencias Sociales y ellos son los que tendrán que poner cimientos a los futuros alumnos durante seis largos años. Seis años en los que los alumnos padecerán los intentos de los seguidores de la caduca psicología cognitivista de que construyan un conocimiento desde la nada, como si naciéramos con una enciclopedia latente en el cerebro, para la cual una maestrilla (es simple estadística) tiene la clave secreta para ponerla en marcha.

Cualquier que conozca a alguien que estudie Magisterio sabrá que muchas asignaturas tienen poco contenido, de poca calidad y que lo único que buscan en reducir la edad mentales de los futuros maestros a la de sus alumnos más pequeños. Si se examina cualquier plan de estudios de la plaga de Escuelas de Magisterio que pueblan nuestro país se verá la absoluta preponderancia de materias pedagógicas y la discriminación de asignaturas sustantivas (en la que se aprende que enseñar). Muchas de las asignaturas sustantivas son un refrito de materias ya vistas en el Bachillerato, con menos horas de clase por semana, impartidas de forma sintética (ridículamente esquemáticas) y sin ninguna posibilidad de profundización ni de especialización sustantiva.

Entregamos a nuestros hijos a un grupo de docentes sin formación durante seis años. Tendremos niños que saben hacer colores, recortar y realizar muchos juegos no violentos y no sexistas, pero difícilmente sabrán leer y comprender correctamente lo que leen, mucho menos sabrán escribir y aún casi nada tendrán la capacidad de aplicar conocimientos matemáticos a la vida cotidiana para hacer una sencilla regla de tres.

Luego en la Secundaria llegan los problemas y los suspensos (porque las maestras tienen unos aprobados casi generales). Los padres se sorprenden del cambio que ha dado su hijo al pasar a la ESO (con lo bien que le iba) y culpan de ello a los Institutos y a los profesores de Secundaria, sin saber que sus hijos han perdido miserablemente seis años en los Colegios de Primaria, siendo un milagro que al menos sepan leer sin comprender y puedan copiar mecánicamente el texto de un libro en su cuaderno, a cambio de tener una teatritos muy monos en Navidades y al acabar el curso, que es lo verdaderamente importante para las maestras.

Nota: aunque haya utilizado la nomenclatura destinada a los centros públicos, lo que he indicado sucede también en los centros concertados y privados.

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