lunes, enero 14, 2008

Análisis del Partido Popular de Andalucía

El Presidente de la Junta firma hoy el decreto de disolución del Parlamento de Andalucía y la subsiguiente convocatoria de elecciones para formar una nueva cámara legislativa autonómica.
Estas elecciones son una tortura periódica para el Partido Popular. Saben que van a perder y sufriendo un nuevo vapuleo. Pero poco hacen para cambiar las tornas, a pesar de que en este momento no tienen ni una sola encuesta que no pronostique una amplísima victoria del PSOE, es decir, la enésima mayoría absoluta de los socialistas.

Rémoras del Partido Popular

El Partido Popular de Andalucía tiene pesadas rémoras del pasado. La primera de ella es que los populares siguen identificados, no sin razón, con el Franquismo y sus mantenedores andaluces. Es cierto que con la conversión de Alianza Popular en el Partido Popular, Javier Arenas se dedicó a lavarle la cara a las sedes locales del PP quitando retratos de Franco y quitándole los cargos directivos y las candidaturas municipales a los que habían sido líderes del Movimiento y miembros de las corporaciones en el régimen anterior.

Con el renacimiento del más ancestral nacionalismo español, los que andaban disimulando o callados han vuelto a reivindicar sus antecedentes franquistas y al mismo Franquismo. Ello ha sido posible porque casi toda la sucesión de dirigentes que consiguió Arenas hace más de una década no fue más un cambio generacional, pasando el protagonismo a los hijos de los dirigentes franquistas. Esto, en poblaciones donde casi todos se conocen, es una losa insuperable.

La segunda rémora es que el Partido Popular de Andalucía es identificado y se identifica con las clases dirigentes de casa lugar. Las pocas nuevas incorporaciones que se lograron en el proceso de refundación provinieron exclusivamente de los grupos sociales económicamente más fuertes. La consecuencia es que en muchas localidades la militancia del PP está exclusivamente compuesta de herederos del Franquismo y de hijos de propietarios agrícolas.

Los lavados publicitarios de cara solamente son efectivos en los ámbitos en los que las relaciones personales no tienen consecuencias políticas, esto es, donde el anonimato de los ciudadanos es mayor. En Andalucía los “pueblos” son de media mayores que otras equivalente en el resto de España, pero lo suficientemente pequeños como para que sea más importante el “boca a boca” que las consignas y los lemas visto en televisión o leídos en los periódicos. Donde los vecinos se conocen, falla la publicidad, porque la publicidad es efectiva sólo cuando transmite algo verdadero o su poca veracidad no es falseable con facilidad. En los pueblos es demasiado evidente que el lavado de cara es publicidad, por lo que hubiera sido preferible para los populares andaluces hacer una renovación de verdad y no una renovación sólo para el exterior.

La tercera rémora es la impresión que da en Partido Popular de despreciar a Andalucía y a los andaluces. Poco favor hacen a los populares andaluces cuando los líderes nacionales de su partido, o de otra autonomía, hablan de la España subsidiada, del voto cautivo o de la poca responsabilidad personal de los ciudadanos de la región más poblada del país. No es bueno insultar a quienes luego vas a pedir el voto: si le dices a alguien subsidiado, comprado y vago es difícil luego que te dé su voto.

Estrategia municipalista

El Partido Popular de Andalucía consiguió romper la tremenda hegemonía de los socialistas en todos los niveles, consiguiendo hacerse con los núcleos de mayor población, por lo general las capitales de provincia. Todas las capitales andaluzas, salvo Córdoba y Sevilla, se han ido convirtiendo en feudos populares, pero en absoluto contraste con el resto de la provincia, como evidencia la composición de las Diputaciones Provinciales (todas con mayoría socialista), lo cual muestra la asimetría geográfica y política del Partido Popular de Andalucía.
Ha aparecido, en esas localidades, una generación de líderes municipales que si bien son adorados entre sus ciudadanos, son despreciados por los de otras localidades y provincias. Éste es el problema de desarrollar una estrategia política exclusivamente municipalista, porque los éxitos tienen un efecto circunscrito a un territorio restringido.

La estrategia municipalista no se puede convertir en una estrategia autonómica o regional, porque el nivel regional no es la suma de éxito municipales, sino un plano de decisión política que hay que trabajar casi desde el inicio. Los problemas de la estrategia municipalista se agrandan cuando buena parte del éxito se fundamenta en el agravio o el victimismo, en el enfrentamiento de unas localidades con otras, de unas provincias con sus vecinas y todos juntos contra “Sevilla” porque la Junta invierte en un sitio más o menos que en otro. Un proyecto autonómico o regional tiene que trascender ese “nacionalismo de campanario o terruño” que tan buenos resultados puede proporcionar en unas elecciones municipales pero que es contraproducente en unos comicios autonómicos.

Liderazgo y estrategia regional

Su actual líder es uno más en la línea de pobres aspirantes del Partido Popular a la Presidencia de la Junta, que han hecho de Manuel Chaves un estadista cuando es comparado con ellos. No ha habido nadie que habiendo sido Vicepresidente del Gobierno de España haya conseguido tan poca credibilidad en su tierra y que produzca tan poca confianza entre los suyos. Todos saben que volvió a presidir el PP regional obligado por Aznar, que se las maravilló para que la poco querida y muy gritona Teófila Martínez volviese a estrellarse y así le guardase las espaldas a Arenas (ya derrotado anteriormente).

La única política que hace el Partido Popular de Andalucía es una política de crítica. La fiscalización de la acción de gobierno es lógica y obligatoria cuando se está en la oposición, pero no es ni la única posible, como parece que piensan los populares. La crispación es exitosa en un marco muy determinado y el catastrofismo en otro marco aún más pequeño.

Falta oír propuestas atractivas en boca de los populares. Las únicas propuestas que salen de las filas populares son de supresión, es decir, consisten en quitar cosas o suprimir órganos y, por muy necesario y acertado que pueda ser, ninguna multitud se ilusiona, cambia su voto o va a votar para eliminar un Organismo Autónomo, varias una denominación y quitarle dinero a cualquier acción política. Además de que no provocan ilusión ni ayudan a que los ciudadanos les voten, estas propuestas generan enemigos, que son todos los perjudicados por la eliminación o el recorte, algo que no tiene sentido si necesitas votos desesperadamente.

Nadie se ha dado cuenta en el PP de Andalucía de algo que cualquier puede comprobar al leer los resultados de las elecciones: llevan muchos años desarrollando una estrategia que ha fracasado. Si repiten la estrategia de esta legislatura, volverán a fracasar el nueve de marzo.

Comunicación

El Partido Popular de Andalucía tiene una mala estrategia que es acompañada por una peor gestión de la comunicación política. Los populares no paran de quejarse de “Canal Sur” pero no tienen en cuenta de que tienen siempre a su favor muchos periódicos locales, que leen todos los ciudadanos debido a su arraigo, y una multitud de emisoras de radio también favorables. No hay un medio escrito regional que esté con el PP, porque no existe ningún periódico regional, al estilo de “La Vanguardia” y no ediciones regionales como las de “El País” o “El Mundo”.

Los mensajes y propuestas que el PP de Andalucía le da a los medios es de baja calidad y los medios, en consecuencia, transmitan a la sociedad algo poco relevante, ya que muy favorable que sean, tampoco están para sustituir a los asesores de prensa del partido. Todo ello se junta cuando algunos de estos medios, muy casposos, que hacen pensar que el mensaje del Partido Popular es más casposo de lo que es.

Para terminar voy a poner un ejemplo menor e ilustrativo de la incapacidad comunicativa de los populares andaluces. Hace unos años, en los tiempos de Aznar, el Partido Popular de Andalucía abrió una nueva sede regional y para ello eligió una de las calles más “in” de Sevilla, la calle San Fernando. El problema político que tiene la calle San Fernando es que por ello pasan el noventa por ciento de las manifestaciones que hay en la capital andaluza, por lo que el gran momento de todas ellas era el paso por la sede del PP, regalando relevancia y minutos en la televisión a todos los manifestantes, además de innumerables incomodidades a los trabajadores de la sede. La respuesta fue la de colocarse como víctimas a la libertad, pero sin darse cuenta de que una de las cosas que menos gusta a los ciudadanos es que los políticos se presenten como víctimas.

Les perdió tener una sede bonita, en un edificio con cierta historia y en el mejor sitio de la ciudad, sin evaluar las consecuencias de esta decisión en el plano de la comunicación y la imagen política.

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