viernes, junio 29, 2007

Maldecido por el dios Morfeo

Hay personas que recuerdan muy pocas épocas de su vida en la que hayan sido felices, a veces solamente tienen memorias de días sueltos. Lo mismo podría unirme a esas rememoraciones del desierto de la felicidad, pero lo que ahora quiero es rememorar es otro desierto, el del sueño reparador; no hablaré de los sueños, de las aspiraciones, sino de esa operación humana que consiste en dormir para descansar.

Cuando era pequeño me iba a la cama muy temprano, para que mis padres tuvieran un tiempo de tranquilidad, que es normal, y yo y mis hermanos pudiéramos estar descansados para ir al colegio al día siguiente. Mis hermanos, después de esa paliza en la cama, se despertaban nuevos, mientras que yo me levantaba más acostado de lo que me había cansado. Realmente el problema empezaba antes, cuando me metían en la cama y tardaba al menos tres horas en conseguir dormirme.

Mis recuerdos de antes de dormirme son muy grandes, porque llevo años tardando muchas horas en conseguir dormirme. Cuando ya crecí y estaba un poco más libre, escuchaba la radio hasta las tantas de la madrugada o bien me tiraba leyendo muchas horas.

Pasada la infancia y la adolescencia el tema se hizo problemático, porque los periodos de vela en la cama se alargaban y empezaban a tener consecuencias graves en la vida cotidiana, ya que el cansancio se notaba. Caí en el infierno del insomnio, teniendo la terrible experiencia de no poder dormir durante tres noches y a la vez tenerme que enfrentarme a los exámenes finales de un segundo curso de alguna de las carreras. El problema se agrava cuando uno le encuentra ventajas al insomnio, especialmente cuando tiene muchísimas cosas que hacer y pocas horas diurnas para completarlas.

Ahora que empiezo a estar en la edad adulta, aunque hay estadísticas que todavía me consideran una persona joven, intento cuidar las horas de sueño, incluso lo induzco con los medios normales y poco confesados de la mayoría de la población. El problema actualmente no son las horas, que son suficientes, sino la calidad de este sueño, que es pésimo, siguiendo levantándome más cansado que me acuesto, y teniendo que despertar con la ingesta masiva de litros de café.
Morfeo, el dios del sueño, debió decidir no serme grato en el mismo día de mi nacimiento. Creo que no volveré a realizar sacrificios en el altar de este dios.

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