martes, diciembre 11, 2007

Los becarios: nueva forma de explotación laboral

Las empresas no saben qué hacer para eludir lo poco que queda de un sistema laboral que dé ciertos derechos y alguna seguridad a los trabajadores. Se les ocurrió que la figura del trabajador autónomo era ideal para tener trabajadores sin los inconvenientes de la sindicación, de las disposiciones de un convenio colectivo que regula remuneraciones, horarios o condiciones de trabajo.

Tarde ha reaccionado la ley, pero lo ha hecho. La Ley del Estatuto del Trabajador Autónomo ha creado la figura del “trabajador autónomo económicamente dependiente” que esencialmente es aquel que dependen en al menos el 75% de sus ingresos de un solo cliente. La idea es buena, pero rápidamente se me han ocurrido algunas trampillas, que pondrán ser remedias por la jurisdicción de lo social, ya que por fin estos trabajadores podrán acceder a los procedimientos laborales, más ágiles y rápidos que los procedimientos civiles que anteriormente les correspondían.

Las empresas sabían que tarde o temprano estos llegaría, por lo que comenzaron su nueva huida del Derecho Laboral a través de la figura de los becarios. Un becario es una persona, generalmente estudiante universitario, que recibe una formación en la empresa en consonancia con su formación académica, con la posibilidad de una pequeña compensación económica dependiendo de las horas de dedicación.

En este asunto se ha unido el hambre con las ganas de comer, porque las universidades cada vez se ven más impelidas a proporcionar a sus estudiantes prácticas en empresas, ya que esta posibilidad es uno de los criterios de las numerosas clasificaciones de universidades que están proliferando. Los alumnos caen rendidos ante la oferta de incluir unas prácticas en su curriculum y de camino ganarse unos eurillos.

Después de esta convergencia de intereses llegan los problemas, como CCOO ha denunciado. Las plantillas no se aumentan cuando es necesario porque se recurren a las bolsas de becarios para engrosar las filas de los trabajadores no contratados. Pronto se les promete, bajo cuerda, un poco más dinero a cambio de muchísimas más horas de trabajo, o bien a cambio de un contrato laboral que no llega porque es preferible incorporar un nuevo becario, sin convenio colectivo ni derechos, a un nuevo trabajador.

Lo que iban a ser unas prácticas ideales para el curriculum se transforman en muchas ocasiones en un momento para dejar de estudiar en búsqueda de un puesto de trabajo que no llega. Sin el trabajo y con los estudios fatalmente interrumpidos, los becarios quedan en tierra de nadie, o más bien en las cifras de los descomunales beneficios de las empresas que les contratan y explotan.

Voy a ser arriesgado y voy a formular una propuesta. Dado que las universidades son el caladero de estas empresas para encontrar sus becarios, son las universidades las que tienen, en conjunto, que poner algunas condiciones. Un becario no debería poder desarrollar una labor que no esté directamente relacionada con sus estudios y mucho menos ocuparse de un área que debería ser ocupada por un trabajador. La dedicación debe estar limitada y los convenios de colaboración deben ser evaluados en virtud de la marcha académica del becario. Tendría que establecerse un contrato entre la empresa y el becario, con las condiciones, así como una regulación estatal parecida a la de los becarios de investigación.

Las prácticas en empresas son una cosa y el trabajo es otra. La Ley no puede volver a llegar tan tarde como el caso de los trabajadores autónomos. Que nunca más encontremos un anuncio en el que se dice que se busca un becario con experiencia.

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