miércoles, diciembre 26, 2007

¿Cómo consiguen que odiemos a Madrid?

Ser capital de un país tiene sus indudables ventajas: mejores infraestructuras, más servicios, determinadas sedes centrales y museos que para el resto del país es un sueño o la posibilidad de poder hacer carrera en la Administración sin tener que moverte de su barrio.

Evidentemente tiene desventajas: manifestaciones de todos los problemas y sectores, tráfico de paso para gestiones en todas las sedes centrales públicas o privadas o que el Presidente de turno quiera colocarte una Cumbre Europea o de la OTAN y que te llenen las calles de policías y controles (lamentablemente esta práctica es de las más descentralizadas).

Entre las desventajas que antes he citado falta una, que no es cuantificable, sino porque es de orden moral. El nombre de “Madrid” es utilizado como pretexto para cualquier tropelía en el resto del país, apelando a Madrid como un ente abstracto y todopoderoso. “Madrid lo ha dicho” o “En Madrid no están de acuerdo” son clásicos para no proporcionar argumento ninguno sobre una decisión errónea o impopular y a la vez parecer serio y responsable.

Madrid es un espacio, no una persona física. Incluso las personas jurídicas hablan a través de las personas. Cuando “Madrid dice algo” no lo dicen unánimemente sus millones de habitantes, sino alguien ha tenido que decirlo, es precisamente la identidad de esa persona lo que se procura ocultar bajo el nombre de “Madrid”, porque a lo mejor esa persona nunca dijo eso. Al final, la mala fama de Madrid se hace fuerte en el inconsciente de todos los afectados.

Esto que escribo de Madrid es igualmente predicable de cualquier otra ciudad española que tenga la capitalidad de su Comunidad Autónoma, y cuanto más grande sea la Comunidad, peor será la fama de la capital.

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