sábado, noviembre 10, 2007

Lula 3

Muchas constituciones establecen una limitación de mandatos para determinados cargos. Entre los cargos sometidos normalmente a limitación de mandato es el de Presidente cuando el régimen es presidencialista, es decir, es Jefe del Estado y reúne un considerable poder. La finalidad y la consecución de los objetivos perseguidos por estas limitaciones es objeto de un constante debate dentro de las Ciencias Políticas.

Brasil limita a dos mandatos consecutivos las posibilidades de reelección de sus Presidentes. Lula está en el segundo mandato y queda relativamente poco tiempo para que lo finalice. Lula tiene una popularidad por las nubes, superior al 80% de los brasileños aprueban su gestión, y es el único que puede mantener unida a la coalición izquierdista que hace posible cierta estabilidad parlamentaria, que el Partido de los Trabajadores no posee por sí mismo.

La incertidumbre política se cierne entre los dirigentes del PT y en la sociedad brasileña, porque ahora la limitación de mandatos se ve como un terrible obstáculo para que una política exitosa de crecimiento económico, redistribución de la renta y fortalecimiento tanto del Estado y de la sociedad pueda verse truncada. No quiere decirse que los profundos problemas de Brasil se hayan solucionado mágicamente, pero sí es admisible pensar que se está saliendo del túnel, a pesar que haya sectores que apoyan a Lula que consideran que las reformas van demasiado lentas y que el “Socialismo” no llega nunca, ni al menos un resplandor de su amanecer. Ya hay quienes piensan en reforma la Constitución directa o indirectamente, para conseguir que Lula pueda tener un tercer mandato.

El programa político del Partido de los Trabajadores y los partidos que lo apoyan se han centrado en el carisma personal de Lula, en la confianza que los más de cien millones de brasileños tienen en él y en su honradez, por más que haya habido casos de corrupción entre sus filas. Lula es el único capital político que tiene el PT y Brasil para su futuro y por ello se ha lanzado una campaña poco discreta con el lema “Lula 3”.

Con independencia del mérito personal que podamos atribuir a este obrero llegado a Presidente, hay que señalar un demérito que ha permitido que se llegue a esta situación de “callejón sin salida”. En la cultura latinoamericana (y española también) hay un notable incapacidad para crear una segunda generación de dirigentes, porque se tiene la idea de que la ausencia de “herederos” da estabilidad al gobierno presente; puede que esto sea cierto al corto plazo, pero inestabiliza el futuro.

El político, siguiendo la línea de Max Weber, debe tener ante todo una ética de la responsabilidad, esto es, unos criterios de actuación en el que el futuro sea tan relevante como el presente. Hay que tener cuenta algo que todo el mundo sabe pero que se olvida en el día a día: los programas de transformación social no pueden llevarse a cabo en uno ni dos mandatos, necesitan plazos más amplios, con nuevos dirigentes que le den impulso, evitando las inercias y pérdidas de perspectiva que el mantenimiento en el poder provocan.

Propiciar el futuro es algo más que cambiar la sociedad, propiciar el futuro es dar paso a nuevos líderes que en los tiempos venideros puedan continuar con las transformaciones. Sin personas de futuro, no hay nada.

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