domingo, diciembre 31, 2006

Nochevieja y año nuevo: los días que no existen

Dicen que el día de mañana, uno de enero, es el día que no existe, porque la inmensa mayoría de las personas se han acostado al amanecer, padecen una fuerte resaca al despertar y anda en pijama, dormitando de la cama al sofá, mientras que, como mayor logro, se ha conseguido poner en la televisión el torneo de saltos sobre plataforma, que celebran en algún lugar del centro o del norte de Europa, donde hace muchísimo frío. Por muchas veces que se trasnoche al año, ninguna noche es como ésta, que te deja totalmente hundido.

No sabe realmente la hora que es. Cuando el cuerpo empieza a entrar en caja, son las once y media de la noche. En ese momento se tiene la sensación de que acaba de comenzar el día, pero rápidamente se toma conciencia de que al día siguiente hay que comparecer en el puesto de trabajo como si nada hubiese sucedido en la transición del treinta y uno de diciembre al uno de enero. Comienza la dolorosa cuenta atrás hasta el seis de enero, para ver si conseguimos recuperarnos de la noche de apertura del ciclo anual, pero sin castigar más al cuerpo.

No sólo el uno de enero no es el día que no existe. La noche del treinta y uno al uno tampoco. Nadie habla de ella, quizá vagas referencias, excepto cuando no se ha hecho nada, que se cuenta con pelos y señales los programas de televisión que uno se ha tragado. En el inconsciente colectivo la Nochevieja tiene algo “ésta va a ser la noche”. Lo más normal es que no lo sea, pero el velo del silencio y del secreto la cubre para que todos podamos pensar o dar a pensar que sí, que fue la noche.

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