lunes, enero 01, 2007

No puedo con los progres

No puedo con los progres. Los progres son una especie de degeneración de lo que es la izquierda, que bajo apariencia de ser de izquierda, larvan un conservadurismo de lo más atroz. Los progres rebajan los elementos fundamentales de la izquierda, como la igualdad y la justicia, a favor no de la mayoría de la población, sino de minorías que para ellos están lo suficientemente alejadas o resultan absolutamente inofensivas para el orden social en el que ellos se encuentran cómodamente establecidos.

Esa rebaja de los elementos fundamentales de la izquierda, ha recibido el nombre de “nueva izquierda”. Además de lo indicado anteriormente, la “nueva izquierda” se encuentra sazonada por un relativismo en casi todos los sentidos. No quiero decir que la izquierda considera que haya valores absolutos en cada uno de los eslabones de la realidad y del pensamiento, pero sí que en determinadas esferas hay topes intraspasables.

Ellos viven en un relativismo casi absoluto, que tiene sólo dos límites: conservar su posición personal en todos los sentidos y una antropología positiva casi sin excepciones.

Utilizando la terminología de Max Weber podemos decir que manejan una ética de la convicción, sometida a supuestas obligaciones morales que tienen que ser observadas a toda costa y sin tener en cuenta las consecuencias, eso sí, la ética de la convicción se transforma en una férrea ética de la responsabilidad en el momento en el que ven peligrar algunos de sus privilegios sociales. Carecen por completo de capacidad para sacrificar lo más mínimo por las ideas que supuestamente defienden.

Piensan que el ser humano no es bueno por naturaleza, sino que es buenísimo, óptimo. No lo piensan con el ingenio de un Leibniz que decía que éste era el mejor de los mundos posibles, porque era el único posible. Creen que cada individuo es la más completa realización de lo que el ser humano es y puede ser. Explican que las acciones malas de los individuos no se deben a ellos mismos, porque son óptimos, sino a las circunstancias, que en conjunto y en hipóstasis llaman “sociedad”.

La maldad proviene siempre fuera del individuo, que lo tuerce, de forma que el individuo no tiene la capacidad para elegir entre una acción buena y una acción mala, en definitiva, el individuo no tiene libertad, sino una serie de condicionamientos que causan necesariamente las acciones de los individuos.

La gran consecuencia es que las acciones humanas que llevan al mal no se cambian sino a través de una transformación previa de las relaciones del individuo con la sociedad. Las teorías ambientalistas tienen razón, pero sólo en parte, ya que llevadas a su extremo justifican tanto la destrucción de la libertad como la más completa irresponsabilidad moral. Esta teoría es trasladada a lo jurídico y caemos en el intento de justificación de cualquier tropelía en la inevitabilidad de las acciones del que las realizó. Una torpe y vulgarizada interpretación tanto de Sócrates como de Habermas les lleva a considerar que el diálogo es el único instrumento, independiente de las circunstancias.

Los progres lo son durante una etapa de la vida, hasta que constituyen una familia y comienzan a formar un patrimonio, aunque sea a costa de pesadas hipotecas. Luego van haciendo un viaje al centro y luego a la derecha, según lo que aumente sus bienes mobiliarios e inmobiliarios. Los progres son el caldo de cultivo de la derecha, pues de repente les entra miedo a los demás, deseos exacerbados de protección de sus hijos y la pequeña posición social que hubiera podido alcanzar.

Yo soy de izquierda, pero no soy progre.

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