martes, diciembre 12, 2006

Pinochet y la Justicia

Augusto Pinochet ha muerto. Ha muerto en la cama de un hospital y no en la cárcel, como muchos pensamos que iba a ser posible, poniéndole más ilusión que realismo. Llevar a Pinochet a los tribunales, someterlo a juicio y, si procede, condenarlo hubiese sido un triunfo del Estado de Derecho. Otros consideran que podría haber sido un atentado contra el mínimo realismo político, ya que sería una invitación a los dictadores a no dejar pacíficamente el poder.

Sin dejar esto de ser verdad, lo que está en juego es el sentido del ejercicio del ius puniendi, tanto nacional como internacional. Hasta ahora no ha habido una justicia y una penalidad disuasoria de los dictadores y torturadores, siendo la salida política la única posible. Hacer que este nuevo modelo de justicia internacional puede disuadir a unos cuantos aspirantes de opresores, aunque habrá algunos que cedan a la tentación, como sucede en la delincuencia común y no por ello desmantelamos el sistema policial y judicial.

Pinochet ha muerto sin ser condenado, pero sí desaforado, en arresto domiciliario. Un triste consuelo para sus víctimas, pero este proceso ha abierto el camino para que la “criminalización de la barbarie” sea una realidad. El primer paso que vendrá seguido, sin lugar a dudas, de muchos más, que la civilización va a mantener contra la impunidad de los asesinos de masas, de los torturadores, en definitiva, de los que han cometido y todavía cometen crímenes contra la Humanidad.

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