lunes, diciembre 11, 2006

Las pricesas plebeyas y los príncipes patricios

Rómulo tomó a los cabezas de familia (paterfamilias) de las cien familias que vivían en la zona de Roma en el momento de su fundación, reza la leyenda. Estos patres dieron lugar al adjetivo patricium. Los habitantes de Roma que no pertenecían a los descendientes de esas cien familias, fueron llamados plebeyos. Los patricios formaron una élite social que progresivamente se fue aliando con los elementos más ricos de los plebeyos para formar la nueva nobleza que, en los años finales de la República, se le conoció como optimates. Un plebeyo era alguien que no descendía de los miembros originarios de la comunidad romana.

Muchos herederos de las coronas europeas supervivientes han optado por contraer matrimonio con mujeres que no pertenecen ni a la realeza no a la nobleza de ninguno de los países que mantienen estas antiguas instituciones. Muchos comentaristas hablan de princesas plebeyas, sin tener ni la menor idea de la procedencia y del significado de este término. Aplicando estrictamente la dicotomía de patricio y plebeyo, resultaría que el Príncipe de Asturias sería más plebeyo que su esposa, ya que él tiene una multitud de antecesores que no eran españoles, mientras que a la Princesa la ascendencia extranjera le es desconocida.

Pero no es de esto de lo quiero hablar, sino de los problemas que las llamadas “princesas plebeyas” plantean a las casas reinantes. El caso inicial y paradigmático es el de Diana de Gales, que realmente sí pertenecía a la nobleza británica, no en vano su hermano heredó el titulo de barón que tenía su padre.

Estas princesas de cuento de hadas, estas mal llamadas “princesas plebeyas”, acaban teniendo problemas con su nueva vida. Los comentaristas suelen decir que no se encuentran a gusto con el “protocolo de Palacio”. La pregunta es qué eso del “protocolo de Palacio”, pues ninguna de las familias reales mantienen el antiguo protocolo ni las parejas herederas viven en las mismas residencias que las parejas reinantes.

El problema de las “princesas plebeyas” es el problema de los “príncipes patricios”: las pocas ganas de trabajar. Las monarquías de Europa Occidental tienen un papel simbólico y es la representación del Estado su casi única función. No querer participar en el “protocolo” no es diferente a no querer realizar la función representativa, que es el contenido de su trabajo. Estas princesas no tienen la iniciativa en este punto, sino que reflejan sus modelos, sus maridos. Estos príncipes que han llevado una vida despreocupada durante años no saben someterse a un horario, a ir de un lugar a otro y, además, hacerlo bien, es decir, sonreír y ser agradables, que es para lo que se les paga.

Las actuales parejas herederas tienen que aprender cuál es su trabajo, para qué están y que no todo es viajar lujosamente, porque de lo contrario muchos se arrancarían a pedir que el puesto se eligiese popularmente o, incluso mejor, fuera el “gordo” de la lotería navideña.

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